viernes, 6 de marzo de 2009

Arena

Arena
Fredric Brown

Parte 1
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Carson abrió los ojos y se encontró con la vista levantada hacia una fluctuante oscuridad azul.

Hacía calor, estaba tendido sobre la arena, y una puntiaguda roca incrustada en la arena se le clavaba en la espalda. Desplazó ligeramente su cuerpo hacia un lado, lejos de la roca, y después se incorporó hasta sentarse.

«Estoy loco» - pensó -
«loco, o muerto, o algo así.»

La arena era azul, de un azul intenso. Y ni en la Tierra ni en ningún otro planeta existía algo parecido a una arena de color azul intenso.

Arena azul bajo una cúpula azul que no era el cielo ni una habitación, sino un espacio limitado. Sabía que era limitado y finito a pesar de no ver su parte superior.

Cogió un puñado de arena y dejó que se deslizara entre sus dedos. Cayó encima de su pierna desnuda. ¿Desnuda?
Estaba completamente desnudo; su cuerpo destilaba sudor a causa del enervante calor, y estaba teñido de azul en los lugares donde la arena le había tocado.

Pero el resto de su cuerpo era blanco.
Pensó: «Entonces, esta arena es realmente azul. Si sólo pareciera azul debido a la luz azul, yo también estaría azul. Pero estoy blanco, de modo que la arena es azul. Arena azul. No hay arena azul. No existe ningún lugar como éste en el que ahora estoy.»

El sudor se le introducía en los ojos.
Hacía calor, más calor que en el infierno. Sólo que, según la creencia general, el infierno - el infierno de los antiguos - era rojo y no azul.

Pero si aquel lugar no era el infierno, ¿qué era? Sólo Mercurio, entre todos los planetas, tenía un clima tan caluroso, y aquello no era Mercurio. Mercurio estaba a unos seis mil millones de kilómetros de...

Entonces se acordó; se acordó de dónde había estado. En el pequeño vehículo de reconocimiento con capacidad para un solo hombre, explorando a un millón y medio de kilómetros escasos de donde estaba la Armada Terrestre, formada en orden de batalla para interceptar a los Intrusos.
Aquel súbito, estridente y desgarrador sonido de la alarma cuando el vehículo de reconocimiento enemigo - la nave intrusa - había entrado en el campo de sus detectores...

Nadie sabía quiénes eran los Intrusos, cómo eran, de qué lejana galaxia procedían, aparte de que estaban en la dirección general de las Pléyades.

Primero, ataques esporádicos a las colonias y avanzadas de la Tierra. Batallas aisladas entre patrullas terrestres y pequeños grupos de naves espaciales intrusas; batallas que a veces se ganaban y otras se perdían, pero que nunca habían dado como resultado la captura de una nave enemiga. Tampoco había sobrevivido ningún miembro de las colonias atacadas para describir a los Intrusos que habían abandonado sus naves, si realmente lo habían hecho.

Al principio no se consideró una amenaza demasiado grave, pues los ataques no fueron muy numerosos ni destructivos. E, individualmente, las naves se revelaron algo inferiores en armamento a los mejores cazas terrestres, aunque un poco superiores en velocidad y maniobrabilidad. En realidad, esta pequeña ventaja proporcionaba a los Intrusos la posibilidad de elegir entre la huída o la lucha, a menos que estuvieran rodeados.

Sin embargo la Tierra se había preparado para lo peor, para una confrontación decisiva, construyendo la flota más poderosa de todos los tiempos. Esta flota había estado aguardando mucho tiempo, pero al fin se vio que la confrontación era inminente.

Las naves de reconocimiento que patrullaban a treinta mil millones de kilómetros habían detectado la aproximación de una poderosa flota - una flota de ataque - que pertenecía a los Intrusos. Esas naves de reconocimiento no volvieron jamás, pero sus mensajes sí. Y ahora la Armada Terrestre, con sus diez mil naves y su medio millón de astronautas, estaba allí, fuera de la órbita de Plutón, esperando para interceptar al enemigo y luchar hasta la muerte.

Y sería una batalla muy igualada, a juzgar por los informes previos que se habían recibido desde la avanzada línea de piquetes, cuyos hombres habían dado la vida para informar - antes de morir - acerca del tamaño y la potencia de la flota enemiga.

Una batalla total, con la supremacía del sistema solar en juego, en la que las fuerzas estaban igualadas. Una última y única oportunidad, pues la Tierra y todas sus colonias estarían a merced de los Intrusos si éstos vencían...

...continuará

1 comentario:

Anónimo dijo...

Arena azul? Esta interesante...

Y.J.

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