domingo, 5 de abril de 2009

Robinson Crusoe

Robinsón Crusoe
Parte 3
______________________________


-¡Tierra!... ¡Tierra!
-¡Cielos!... ¡El barco ha tocado un banco de arena!...
-¡No podremos ponernos a flote. Hemos encallado a fondo!...
-¡Chalupa al agua...!...

-¡Remad fuerte... Nuestra única esperanza es llegar a aquella tierra...

De pronto, una ola alta como una montaña volteó la chalupa lanzándonos por los aires y dándonos a las negras aguas del mar, para que nos tragasen.

Medio agotado y medio muerto por el agua que había tragado, fui arrojado a la playa por la marea. Quise ponerme en pie y una segunda ola me elevo estrellandome contra un escollo, al que me aferré con desesperación. Recobré fuerzas y, mitad andando, mitad empujado por las olas llegué a tierra firme. ¡Me había salvado!
 
¿Era yo el único superviviente?
Había salvado la vida; pero ante mi había ahora un espantoso desamparo. Si eso era cierto, ¿Qué haría ahora? ¿Morirme de hambre?¿Qué me depararía la suerte en aquella costa solitaria?
 
¡Tenía que luchar! ¡Aún me quedaba un cuchillo! Me haría algo con qué poder defenderme y pasaría la noche en la copa de algún árbol frondoso...
 
Busqué un árbol apropiado para pasar la noche y aunque las fuerzas que tenía no me dejaban más opción que algunos pocos que se asomaban a la orilla de la playa donde fui arrojado. Trepé a uno de ellos, y agotado por la fatiga y las emociones vividas, me quedé profundamente dormido.
 
Al despertar, al amanecer. Ví con sorpresa que la marea alta había desencallado el navío y lo había arrastrado hasta el arrecife que tenía ante mi...
 
Decidí ir a bordo del barco...
Con mis energías un poco restituidas por el descanso y la curiosidad de saber qué había sido de la tripulación, además del estado de las mercancías a bordo, me dispuse a ir y nadé el trecho me separaba del barco.
 
Un perro y dos gatos fueron los únicos seres vivos que me recibieron en las bodegas. Las provisiones del navío, -pan, arroz, bizcochos, carne seca, ron; estaban intactas. Encontré también la caja de herramientas del carpintero de a bordo, botín mas precioso que un cofre de oro.
 
Construí inmediatamente una balsa para llevar a tierra todo aquél tesoro. Día tras día recorrí una docena de veces el trecho entre el velero y la playa, llevándome cuanto podía serme útil: ropas y mantas, armas y municiones, fusiles de caza, mosquetes, pistolas, barriles de pólvora; y cuantos útiles encontré: hachas, clavos y puntas... sin olvidar una piedra de moler.
 
Recojí cuanto pude de los aparejos, pequeñas cuerdas, velas, cables y planchas; así como cajas vacías y toneles. Mi botín nunca me parecía suficiente, ya que poco a poco fui comprendiendo una cosa...
 
Soy el único que se ha salvado y esta tierra es una isla desierta y no sé cuánto me duren estas provisiones Por cuanto no hay signo alguno que delate a sus habitantes. ¡Lo único que enconraré aquí serán fieras salvajes!...
 
Transportaba en la balsa cuanto podía a la desembocadura de un riachuelo, en cuyo margen había montado mi campamento. Pero tras una tempestad, una mañana descubrí aterrado que el barco había desaparecido. ¡Fué en aquél instante en el que me sentí realmente solo!
 
No puedo quedarme aquí en la playa para siempre, el terreno es pantanoso y necesito encontrar un lugar más seguro y más alto, desde el que pueda otear el mar por si la providencia envía un barco por estos parajes. Me obsesionaba por tanto, la idea de que habiendo varado en aquella isla por la casualidad de un naufragio, toda esperanza de liberación parecía cada vez más improbable. Se realizaba así la profecía de mi padre y sin duda, iba a acabar mis días en medio de la soledad más espantosa.
 
Se me ocurrió entonces que si no ingeniaba algo, acabaría perdiendo la noción del tiempo, y para evitar aquella confusión, decidí plantar en el lugar donde toque tierra, una gruesa estaca, en la que grabé cada día de mi desdichado exilio.
 
Encontré, despues de explorar los alrededores de mi campamento un lugar propio para levantar mi nuevo hogar.
Esta pradera es un lugar ideal para levantar mi cabaña. esas rocas me protegerán muy bien de los elementos. ¡Pero tendré que trasladar hasta aquí arriba todos mis enseres!
 
Siguieron muchos días de penoso trabajo, hasta que levanté las fortificaciones que rodean mi morada. Planté un semicírculo doble con estacas, las cuales apoyaban sus extremos en las rocas. Para entrar en el interior de la fortaleza, construí una escalerilla que retiraba por las noches. Después excavé profundamente en las rocas, el escombro resultante, me permitió elevar un poco el nivel interior de la fortaleza.

No hay comentarios:

Protected by Copyscape Online Plagiarism Test

Lee también esto:

Related Posts with ThumbnailsLee más de MTI