sábado, 16 de octubre de 2010

Mi 'oficina'

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Hace cinco años yo trabajaba en una fabrica y me sentía muy a gusto con lo que hacía. El empleo en esa fabrica se acabó hace tres años y yo me quedé sin trabajo por algún tiempo.

Me dediqué esporádicamente a realizar diversos trabajos de algunos meses de duración sólo para mantenerme al día. Nada fuera de lo común; y aunque intentaba echarle ganas, realmente no me satisfacían como el anterior en la fabrica.

Mis empleos han sido de todo: largos, cortos, bien remunerados, con excelente ambiente de trabajo, de mucha responsabilidad, holgados, independientes, satisfactorios, etc. Pero éste en particular, el de la fabrica trabajando como obrero reunía muchas cualidades positivas de las que acabo de mencionar.

Pues bien; el empleo se acabó hace tres años y yo me dí un año sabático. No hice el menor intento por buscar una fuente de ingresos ni por ocuparme en algo.

Pero se empezó a terminar el dinero y me vi en la necesidad de trabajar, lo cual ya expliqué, no me llenó lo que vine haciendo hasta que se me ocurrió la idea de volver, o mas bien, retomar una actividad que solo hice como acompañante de una amigo: ésta era ser artesano callejero, el que comúnmente se le llama "hippie"; y me puse a elaborar y vender accesorios, joyería y bisutería en la calle, con una manta en la banqueta.

Fue un comienzo difícil: por principio hay que vencer la timidez de enfrentarse a la gente en la calle, hay que decidirse a poner una manta con lo que quieres vender y estar ahí esperando que alguien se acerque. Hasta que llega el primero, te pregunta y no sabes cómo responder sin ponerte nervioso. En fin, entre muchos detalles que no se piensan.

Llegó el día que decidí salir a la calle y probar suerte. Ese día salí, tendí mi manta, acomodé las pocas cosas que había hecho y me senté a esperar. Ese día vendí poco, pero vendí. Me sentí orgulloso de mi mismo al haber logrado dar el primer paso. Hay una cosa curiosa: todos los diseños que hice y se vendieron, los despedía porque los sentí parte de mi y ya se iban con su nuevo dueño.

A partir de ese día, no dejé de ir y poner mi "oficina" diariamente durante un año. Algunas veces vendía poco, algunas mucho; pero siempre vendía, nunca me fui en blanco. Mi novia me decía que la tenía muy abandonada porque prefería ir a vender que estar con ella y empezó a acompañarme dos veces por semana a mi "oficina".

Fue un año increíble, maravilloso; lleno de experiencias, anécdotas, lugares nuevos, amigas, etc. Lo disfruté como a ningún trabajo que he tenido pero lamentablemente, también se acabó.

Por una serie de circunstancias, tuve que dejar de ponerme a vender y dedicarme a otras actividades y luego regresé hace poco mas de un mes a la fabrica que también me ha dado muchas satisfacciones.

Camino del trabajo paso todos los días por el lugar donde me ponía y recuerdo los buenos momentos que tuve ahí. Incluso los días de intenso frió o lluvia los recuerdo con agrado porque me gusta esa actividad, nadie podía hacer que yo no dejara de ponerme a vender no importando cómo estuviera el clima.


Hoy, pasé a pie por ahí y me encontré con un amigo que también vende lo mismo que yo. Me quedé a acompañarlo y sentí nostalgia, una emoción de volver a estar sentado en el suelo con tu manta de artesanías a la vista de quien pasa. Fue un sentimiento bonito, rico. Sé que el día que yo quiera y pueda, volveré a ponerme a vender pero ya sin el temor inicial ni los nervios de la primera vez.

Bunbury - ...Y Al Final

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Y al final
te ataré
con todas mis fuerzas
mis brazos serán cuerdas
al bailar este vals

Y al final
quiero verte
de nuevo contenta
sigue dando vueltas
si aguantaras de pie
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