martes, 31 de marzo de 2009

Hoy en la historia

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1889
Abre al público el famoso ícono francés: la Torre Eiffel. Para la Exposición Universal de París en 1889.

1966
Es lanzada al espacio, la sonda rusa no tripulada Lunik 10, con destino la luna. Ahí, completó 460 órbitas al satélite y transmitió señales de radio en 219 ocasiones.

1879
Se establece en Venezuela el Bolivar como moneda de curso legal. Hasta que fué desplazada el 1º de enero de 2008 por la nueva moneda llamada Bolívar fuerte.

1864
Manuél Murillo Toro asume la Presidencia de Colombia por primera vez en su carrera política, para el periódo de 1864 - 1866.

Fuente: THC

Video

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En esta ocasión, pongo un video que en lo personal se me hizo muy interesante. Por la creatividad del tipo y porque con un poco de práctica y paciencia, puede resultar una bonita artesanía hecha por nosotros mismos.

Solo basta armarse de valor y determinación, llenarnos de bloqueador solar. Para despues tomar una tabla con el diseño que nos haya gustado marcado en ella y una lupa. Claro, en un día soleado. Así, tendrémos colgado al final del día nuestra propia obra de arte.


lunes, 30 de marzo de 2009

Arena

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ARENA
Parte 6
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Una vez hecha esta comprobación, Carson volvió a observar su pierna herida. Sangraba menos; lo cual indicaba que no tendría que hacerse un torniquete. Pero sería conveniente encontrar agua, si es que allí había, para limpiar la herida.

Agua... Esta sola imagen le hizo darse cuenta de que tenía mucha sed. Tendría que encontrar agua, en caso de que aquella contienda se prolongara. Cojeando ligeramente, se alejó para hacer todo el circuito de su mitad del ruedo. Guiándose con una mano a lo largo de la barrera, avanzó hacia su derecha hasta llegar a la curvada pared lateral. Era visible, de un opaco gris azulado a corta distancia, y su superficie era igual que la de la barrera central.

Realizó el experimento de lanzar un puñado de arena contra ella; la arena llegó a la pared y desapareció al atravesarla. El cascarón hemisférico era también un campo de fuerza. Pero éste era opaco, y no transparente como la barrera. Fue rodeándolo hasta llegar nuevamente a la barrera, y siguió andando a lo largo de la barrera hasta el punto desde donde había comenzado.
Ni rastro de agua.

Ya preocupado, inició una serie de zigzags de ida y vuelta entre la barrera y la pared, cubriendo absolutamente todo el espacio intermedio. Nada de agua. Arena azul, matorrales azules y un calor intolerable. Nada más.

Su imaginación debía ser la causa, se dijo airadamente, de que tuviera tanta sed. ¿Cuánto tiempo hacía que estaba allí? Desde luego, nada de tiempo, de acuerdo con su propia estructura de tiempo y espacio. La Entidad le había dicho que el tiempo se detendría en el exterior, mientras él estuviera allí. Pero sus procesos corporales seguían desarrollándose allí, exactamente igual. Y de acuerdo con los cálculos de su cuerpo, ¿cuánto tiempo hacía que estaba allí? Tres o cuatro horas, quizá. Desde luego, no lo suficiente para tener tantísima sed.

Pero la tenía; notaba la garganta seca. Probablemente se debiera al intenso calor. ¡Era un calor sofocante! Supuso que la temperatura sobrepasaba los cuarenta grados centígrados. Era un calor seco, desprovisto del más ligero movimiento de aire.

Cojeaba bastante y estaba agotado cuando terminó la inútil exploración de sus dominios.
Miró hacia la inmóvil esfera y esperó que se sintiera tan mal como él. Con toda seguridad, tampoco lo estaba pasando bien. La Entidad había dicho que las condiciones eran igualmente desconocidas e igualmente desagradables para los dos. Quizá el Intruso viniese de un planeta donde reinaba una temperatura media de setenta grados centígrados. Quizá se estuviese helando mientras él se asaba.

Quizá el aire fuese demasiado denso para su enemigo, mientras que para él era demasiado tenue. Porque el ejercicio de sus exploraciones le había dejado jadeante. Entonces se dio cuenta de que la atmósfera que allí había no era mucho más densa que la de Marte.

No había agua.
Eso significaba un plazo de tiempo, por lo menos para él. A menos que descubriera el modo de cruzar la barrera o matar a su oponente desde este lado de ella, la sed le mataría a él.
Esto le confirió una sensación de desesperada urgencia. Tenía que apresurarse.
Pero se sentó un momento para descansar, para reflexionar.

¿Qué había por hacer allí? Nada, y al mismo tiempo, muchas cosas. Las diversas variedades de arbustos, por ejemplo. No tenían un aspecto demasiado prometedor, pero tenía qué examinarlos, por si acaso. Y su pierna..., tendría que hacer algo con ella, aunque no tuviese agua para limpiar la herida. Reuniría municiones en forma de piedras. Encontraría una piedra que le sirviera de cuchillo.

La pierna le dolía bastante, y decidió que esto era lo primero. Una variedad de matorral tenía hojas o algo muy parecido a hojas. Arrancó un puñado y, después de examinarlas, decidió correr el riesgo. Las utilizó para limpiar la arena, el polvo y la sangre reseca; después hizo una almohadilla con hojas frescas y la ató sobre la herida con zarcillos del mismo arbusto.

Los zarcillos sé revelaron inesperadamente fuertes y resistentes. Eran delgados, blandos y flexibles, pero no pudo romperlos. Tuvo que aserrarlos con uno de los afilados extremos del pedernal azul. Los más gruesos debían medir unos treinta centímetros de largo, y él archivó en su memoria, para futuras referencias, el hecho de que un manojo de los gruesos, convenientemente atados, podían constituir una utilísima cuerda. Quizá se le ocurriera un empleo para la cuerda.

Después, se fabricó un cuchillo. El pedernal azul sí que se astillaba. A partir de una esquirla de treinta centímetros de longitud, se hizo un arma tosca pero mortífera. Y con los zarcillos del arbusto se fabricó un cinturón de cuerda en el cual podría introducir el cuchillo de pedernal, a fin de no abandonarlo ni un instante y seguir teniendo las manos libres.

Continuó estudiando los matorrales. Había otros tres tipos. Uno de ellos no tenía hojas, era seco, quebradizo, y se parecía a una planta rodadora seca. Otro era de una madera blanca, desmenuzable, similar a la yesca. Daba la impresión de ser un excelente combustible para hacer una hoguera. El tercer tipo era el más parecido a los terrestres. Tenía unas hojas frágiles que se marchitaban al tocarse, pero los troncos, aunque cortos, eran rectos y fuertes.
Hacía un calor horrible, insoportable.Se acercó cojeando a la barrera y la palpó para asegurarse de que aún estaba allí.
Estaba.

...continuará

domingo, 29 de marzo de 2009

La Hora del Planeta

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Alrededor del planete se vieron escenas de oscuridad y gente con velas clamando por una actuación decidida en el grave tema del efecto invernadero que, de continuar, promete un escenario catastrófico.

Medio mundo se apagó para aliviar el 'calor' del planeta. En total, 88 países, participaron este sábado en la 'Hora del Planeta', una campaña ecologista contra el cambio climático que hizo que millones de personas apagaran las luces y todos los aparatos electrónicos durante una hora.

La neozelandesa Isla Chatham, habitada sólo por científicos, fue el primer lugar del mundo en apagar sus generadores a las (06:45 GMT), en el inicio oficial de la iniciativa organizada por el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF).

"Esta jornada lanzará una fuerte señal a los líderes globales de que millones de personas en todo el mundo dependen de ellos para tomar decisiones que corrijan el cambio climático cuando se reúnan en la Cumbre de Copenhague en diciembre", dijo a la agencia Efe el director ejecutivo y uno de los creadores de la 'Hora del Planeta', Andy Ridley.
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MADRID (Efe)

Plantas Medicinales

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REUMA

Enebro
  • Hierva por dos minutos, 60 gramos de enebro en un litro de agua, déjelo enfriar y tome una taza antes de cada alimento.

Plantas Medicinales

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PIOJOS

Epazote
  • En una olla con dos litros de agua, ponga a hervir un manojo de epazote. Una vez tibio, acerque la cabeza y enjuague con la infusión. Al dejar de escurrir, levante la cabeza y tapela con una tela. Al final verá como funciona este enjuague.

Plantas Medicinales

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DIARREA

Hierba del pollo
  • En medio litro de agua, ponga 200 gramos de hojas frescas de hierba del pollo. Hiervalo durante 5 minutos y tomela en ayunas.

Plantas Medicinales

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TOS

Manzana amarilla y Hierbabuena
  • En medio litro de agua, ponga a hervir media manzana con cascara y cuatro hojitas de hierbabuena durante 5 minutos. Dejela enfriar un poco y endulce con miel, tome tres tazas al dia.

Plantas Medicinales

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REGLAS ATRASADAS

Epazote
  • En un litro de agua, ponga a hervir durante una hora 20 gramos de hojas de epazote bien machacadas. deje reposar y tome una taza en ayunas.

Plantas Medicinales

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INSOMNIO

Valeriana
  • En un litro de agua, ponga a hervir durante 30 minutos un puñito de raiz de valeriana y deje reposar. Al final cuele y tómela en ayunas o antes de acostarse.

miércoles, 25 de marzo de 2009

La Hora del Planeta

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La importancia del cambio climático
El cambio climático es imposible de ocultar y debe ser imposible de ignorar. Los 10 años más calurosos de los que se tengan registros han ocurrido desde 1990. El hielo en el Ártico ha descendido a su nivel más bajo y un estudio plantea que dos terceras partes de la población de osos polares desaparecerá antes del año 2050.


LA HORA DEL PLANETA
El 28 de marzo, 2009 a las 8:30 pm, hora local, WWF le pide a individuos, empresas, gobiernos y organizaciones alrededor del mundo que apaguen sus luces durante una hora, La Hora del Planeta, para demostrar globalmente su preocupación por el cambio climático y demostrar su compromiso para encontrar soluciones.

La Hora del Planeta inició en 2007 en Australia, con la participaron más de 2 millones de personas. Un año después el evento se convirtió en el movimiento más grande del mundo frente al cambio climático, al contar con la colaboración de más de 100 millones de personas en más de 350 ciudades. Lugares emblemáticos como el puente Golden Gate en San Francisco y el Coliseo en Roma apagaron sus luces como símbolo de esperanza por una causa que tiene cada vez más importancia a nivel global.

La Hora del Planeta es un llamado para que cada persona, negocio, empresa privada, gobierno o comunidad actúe. Es una alerta para asumir responsabilidades e involucrarnos en el trabajo por un futuro sustentable. Es así como más de 74 países, entre ellos México, participarán este 28 de marzo a las 8:30 pm en La Hora del Planeta 2009.

lunes, 23 de marzo de 2009

Robinson Crusoe

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Parte 2
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Nunca los infortunios de un joven aventurero empezaron tan pronto, ni duraron tanto tiempo como los mios. Puesto que apenas nos hicimos a la mar, estallo una terrible tempestad. Y tras varios días de una espantosa navegación, tuvimos que abandonar el barco, que se hundió ante nuestros ojos.

Cuando llegué sano y salvo a Yarmouth, debí entonces de tener el sano juicio de regresar al hogar paterno. Pero una estupida verguenza me impidió hacerlo. Me fuí a Londres donde tuve la fortuna de conocer a un hombre sabio y honrado, capitán de navío, y a su esposa. En seguida nos hicimos excelentyes amigos.

El capitán acababa de regresar de Guinea, donde había vendido su pacotilla (una porcion de génerosy víveres que los marinos pueden llevar consigo en el barco libre de flete). Trasa el éxito de aquella empresa, había resuelto volver a aquellas tierras y me invitó a que embarcáse con él. Aquél viaje me convirtió a la vez en comerciante y marino.

Mi amigo el capìtán me instruyó en cuestiones de la mar y mi pacotilla me reportó algún dinero. Desgraciadamente este excelente hombre murió poco despues de nuestro regreso. Decidí entonces realizar un nuevo viaje, y tras confiar a la viuda de mi amigo parte de mi fortuna, me hice de nuevo a la mar.

Para desgracia mía, en el transcurso de este viaje, nuestra nave fué abordada por un corsario turco de Salé. De comerciante me vi convertido de pronto en esclavo. El capitán del baguel corsario, me retuvo como parte de su botín. Y permanecí dos años a su servicio, como criado en su casa.

Conseguí al fin, evadirme en una pqueña nave de vela, un día que salimos a pescar y despues de navegar casi tres semanas a la deriva, me recogió un navío portugués que se dirigia a Brasíl.

-¡Cuidad de cuanto pertenezca al señor inglés, y que nadie ponga su manaza sobre lo que es suyo...!-
Al sentirme liberado, agradecí infinítamente al capitán de aquél navío:
-¡Me habeís salvado la vida, cuanto me pertenezca ahora es vuestro...!-

-Señor, si os he salvado la vida, no es para despojaros de cuanto teneís. ¡Falta os hara en Brasíl, si no quereís morir de hambre y de miseria!. Sin embargo, hay algo entre vuestras pertenencias que me interesa: ese barquichuelo suyo parece excelente...!-

-¡Suyo es señor!-

¡Aquél hombre siempre te sorprendía al hablar! Me dió a cambio de mi barquichuelo un pagaré de ochenta piezas de oro, pagadero en Brasíl.

En Brasíl, me presentó a unos amigos suyos que explotaban una plantación de caña de azúcar y una azucarera. Deslumbrado por la vida fácil y la fortuna que amasaban los plantadores, me establecí con un tipo nacido en Lisboa de ascendencia inglesa llamado Wells.

Un día, el capitán vino a visitarme.
-Capitán, le presento a Wells, mi socio...
...podrá ver que nuestra plantación prospera y es cada día más extensa. ¡Y lo será mucho más si tuviésemos las herramientas precísas para llevar a cabo nuestros planes!-

-¡Puedeo resolverles el problema señor! Puesto que parto para Europa en breve. En Lisboa podría comprarle cuanto precise. Según me dijo, tiene usted algún dinero en Londres ¿Verdad?. Déme un poder y una carta para el depositario de su fortuna. Pero creame, yo en su lugar, solo invertiría la mitad de lo que tuviera. ¡Nunca se sabe lo que pudiera ocurrir!-

Escribí a la viuda de mi difunto amigo, el capitán inglés, contandole mis aventuras y la situación en la que me encontraba, y le rogué que me remitiese la mitad de mi dinero a Lisboa.

Aquella buena señora, cumplió al pie de la letra mis deseos, y meses después, con mi socio Wells recibimos el tan ansiosamente esperado cargamento. A partir de entonces, nuestros negocios prosperaron vertiginosamente, y debí darme por satisfecho de ser tan afortunado.

Pero un día, conversando con otros plantadores...
-¡Nos falla la mano de obra!-

-En África podríamos adquirir negros a buen precio, pero el gobierno monopoliza el tráfico, ¡Hay que hacerlo clandestínamente..!-

-¡Podríamos equipar entre todos un velero, con un viaje bastaría!-

-Robinsón, usted conoce las costas de Guinea. ¡Hagase cargo de la empresa y no tendrá que pagar nada por los negros que se quede! ¿Le parece bien la proposición?-

Y así, el primero de septiembre de 1659. Aniversario del día en que desobedeciéndo la autoridad paterna abandoné mi hogar, me embarque una vez más, abandonándo en manos de mis compañeros una empresa floreciente, para convertirme en aretesano de mi desgracia.

-¡Vea, señor Crusoe! Bordearémos la costa hacia el norte, hasta el cabo de San Agustín. Donde pondrémos rumbo al este, dejando a estribor la isla de Fernando de Noronhia, para enfilar desde alli las costas de Guinea...-

¡Hay de mí!... tras xdoce dias de navegación en mar abierto, se desencadenó una horrible tempestad producto de un huracán, tan terrible que nos hizo perder el rumbo. Y durante otros doce días navegamos a la deriva, en espera de hundirnos de un momento a otro.

Por añaduría, uno de nuestros hombres murió de fiebre amarilla y a dos mas, se los llevaron las olas. Al fin, calmó el temporal y el capitán se orientó lo mejor que pudo...

-Estamos aproximadamente a 11º latitud norte y 22º de lungitud oeste de cabo San Agustín, lo que nos sitúa cerca de la desembocadura del Orinoco, deberíamos regresar a la costa...-

-¡De ninguna manera capitán! Mire este mapa-

-¡El caribe!-

-¡Podríamos llegar en quince días!-

sábado, 21 de marzo de 2009

Arena

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Parte 5
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Carson se estremeció y quiso apartar la mirada. Pero se obligó a seguir observando; cualquier cosa que pudiera aprender respecto a su oponente le resultaría útil. Incluso este conocimiento de su innecesaria crueldad. En especial, pensó con un súbito y perverso acceso de emoción, este conocimiento de su innecesaria crueldad. Sería un placer dar muerte a la criatura, cuando se le presentara la ocasión.

Se fortificó para observar el desmembramiento de la lagartija, por este mismo motivo. Pero sintió una gran alegría cuando, con la mitad de sus patas arrancadas, la lagartija cesó de luchar y chillar y yació inerte y muerta en las garras del Intruso.

Este no continuó con el resto de las patas. Tiró desdeñosamente la lagartija lejos de él en dirección a Carson. El animal muerto describió un arco en el aire y aterrizó a sus pies. ¡Había atravesado la barrera! ¡La barrera ya no se levantaba entre ellos!

Carson se puso en pie de un salto, agarró fuertemente el cuchillo y se lanzó hacia delante. ¡Eliminaría a aquel ser en seguida! Habiendo desaparecido la barrera... Pero no había desaparecido. Lo descubrió de la manera más penosa, golpeándose la cabeza contra ella y casi desmayándose del dolor. Rebotó hacia atrás y se cayó.

Y cuando se incorporaba, sacudiendo la cabeza para despejarse, vio que algo volaba hacia él y, para esquivarlo, volvió a tenderse rápidamente sobre la arena, hacia un lado. Consiguió apartar el cuerpo, pero sintió un repentino y agudo dolor en la pantorrilla de su pierna izquierda.

Retrocedió a gatas, haciendo caso omiso del dolor, y consiguió levantarse. Entonces vio que lo que le había golpeado era una piedra. Y la esfera estaba cogiendo otra en aquel momento, lanzando hacia atrás los tentáculos que la aprisionaban para darle impulso, y a punto de disparar nuevamente.

Planeó en el aire hacia él, pero pudo esquivarla fácilmente. Al parecer, el Intruso era capaz de tirar con puntería, pero no demasiado fuerte ni demasiado lejos. La primera piedra le había alcanzado porque estaba sentado y no la había visto venir hasta que se halló sobre él. Mientras esquivaba este débil segundo disparo.

Carson lanzó el brazo derecho hacia atrás y lo agitó sin soltar la piedra que aún tenía en la mano. Si los misiles, -pensó con súbita alegría-, podían cruzar la barrera, no había inconveniente en que fueran dos los que jugasen a lanzarlos. Y el brazo derecho de un terrícola... No podía errar a una esfera de noventa centímetros de radio a una distancia de sólo cuatro metros, y no erró.

La piedra silbó por los aires, y con una velocidad mucho mayor que la de los mísiles disparados por la esfera. Dio exactamente en el blanco, pero desgraciadamente llegó plana, en vez de hacerlo de punta. Pero dio en el blanco, y, evidentemente, a juzgar por el ruido que hizo, tuvo que causar dolor a la víctima. El Intruso estaba buscando otra piedra, pero cambió de opinión y se alejó de allí.

Cuando Carson pudo encontrar y tirar otra piedra, la esfera estaba a cuarenta metros de la barrera y seguía alejándose. Falló el segundo disparo por escasos metros, y el tercero fue corto. El Intruso estaba fuera de su alcance..., por lo menos, fuera del alcance de un misil lo bastante pesado para ser efectivo. Carson sonrió con ironía. Aquel asalto lo había ganado él. A menos que...

Dejó de sonreír mientras se agachaba para examinarse la pantorrilla. El puntiagudo extremo de la piedra le había hecho un corte bastante considerable, de varios centímetros de profundidad. Sangraba mucho, pero no creyó que fuese tan profundo como para haberle afectado alguna arteria. Si dejaba de sangrar por sí solo, tanto mejor. Si no, tendría que enfrentarse con un problema grave.

Sin embargo, había algo más importante que el corte. Averiguar la naturaleza de la barrera. Se acercó nuevamente a ella, esta vez con las manos extendidas frente a él. La encontró; apoyó una mano en el obstáculo y lanzó un puñado de arena con la otra. La arena pasó a través de ella. Su mano, no. ¿Materia orgánica contra materia inorgánica? No, porque la lagartija muerta la había atravesado, y una lagartija, viva o muerta, era ciertamente orgánica. ¿La vida vegetal? Arrancó una ramita y la lanzó contra la barrera. La ramita la atravesó, sin resistencia, pero cuando los dedos que sostenían la rama llegaron a la barrera, fueron detenidos.

El no podía atravesarla, y tampoco el Intruso. Pero las piedras, la arena y una lagartija muerta... ¿Y una lagartija viva? Empezó a buscar, debajo de los matorrales, hasta que encontró una y la atrapó. La lanzó suavemente contra la barrera y vio que rebotaba y se escabullía por la arena azul. Esto le dio la respuesta, por lo menos hasta donde él podía determinar. La pantalla era una barrera para los seres vivos. Los muertos y la materia inorgánica podían atravesarla.


...continuará

viernes, 20 de marzo de 2009

Partida de Damas

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Cuenta Martín Buber (1878 - 1965) la siguiente historia en "El Camino del hombre":

Una vez Rabí Nahúm, entró de improviso en una Yeshivá (escuela religiosa judía) y se encontró con que dos de sus alumnos se encontraban quitadísimos de la pena jugando una partida de damas. Cuando lo vieron entrar, los muchachos se pusieron de pie avergonzados, y pidieron discúlpas al maestro por perder el tiempo en cosas tan poco útiles para el servicio de Dios.

Rabí Nahúm, haciendo un gesto con la mano, les rogó que continuaran con la partida. "Pero, -les preguntó-, ¿Conocen ustedes las reglas del juego de damas?" Como los muchachos no habrían la boca, el maestro continuó: "Pues si no las saben, yo os las diré:
Primero, no se puede hacer dos pasos a la vez.
Segundo, se permite ir solo hacia delante y nunca hacia atrás.
Tercero, cuando uno ha llegado muy alto, puede ir donde quiera".

De esta manera el maestro, aprovechando las reglas de un sencillo juego de mesa, había enseñado a sus discípulos las reglas del juego de la vida.

En efecto, para progresar verdaderamente en ella es necesario dar un solo paso a la vez, y rechazar la tentación de querer dar dos. Esto es sumamente importante para conservar la calma y la fuerza. "Mil kilómetros comienzan con un solo y pequeño paso", dice un refrán oriental. ¿A quién no le ha sucedido alguna vez que, al despertarse y repasar mentalmente los compromisos del día, se siente preso de un cansancio casi mortal? Las citas, las reuniones, las idas y venidas que habremos de dar a lo largo de la jornada que está por comenzar, se agolpan al mismo tiempo abrumandonos y nos derrotan por anticipado.

El humor empieza entnces a agriársenos. Y con el cansancio viene también la amargura. ¿En dónde está el error? En haber querido aunque solo sea mentalmente, dar mas de un paso a la vez, cuando lo único que debimos hacer en ese momento de la mañana era anudar con elegancia las agujetas.

Caminar a pequeños pasos significa hacer la cosa de turno con pasión y rehusarse a empezar a hacer mentalmente lo que sigue; es por así decir, hacer lo que hacemos y sólo eso. Nada hay más desalentador que las anticipaciones. Caminar a pequeños pasos es negarse a vivir, inquietos por el futuro.

No debemos nunca dar dos pasos a la vez. Esto ha sido dispuesto incluso por la naturaleza de una manera admirable: dando dos pasos al mismo tiempo -uno detras del otro- podemos saltar, pero nunca caminar correctamente. En el orden físico, quién da dos pasos a la vez, corre el riesgo de caerse. Y lo mismo sucede en el órden psicológico, la vida no nos pide nunca más que un paso a la vez, y este es el único que se nos exige dar.

Imagino que eso es lo que quería decir Rabí Nahúm cuando explicaba a sus alumnos la primer regla del juego de damas. ¡Sabia lección!.
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Pbro. Juan Jesús Priego

lunes, 16 de marzo de 2009

Plantas Medicinales

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VERRUGAS

Maravilla

  • Lave las hojas, tallos y flores; y cuando se encuentren húmedos exprímalos. Con este jugo, frote las verrugas.
Epazote

  • De la misma manera que con la maravilla. Exprima los tallos, hojas y flores para posteriormente usar el jugo en las verrugas. Resulta excelente.

Celidonia

  • El jugo de esta planta tambien resulta efectivo para el tratamiento de las verrugas.

Plantas Medicinales

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VARICES

Vibora de Cascabel
  • Tóme usted 3 capsulas diarias de Vibora de Cascabel.
  • Existen las capsulas ya hechas y le puede dar resultados; sin embargo puede usted comprar una vibora y molerla usted mismo. Esto tiene que ser, moler tanto la carne como los huesos y despues rellenar cápsulas para tenerlas listas para el tratamiento.

domingo, 15 de marzo de 2009

Poca mosca

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En el Cedral no pasaba nada a nadie.

La desolación, el aislamiento y la monotonía hacían un día igual a otro, poco qué platicar y a poca gente. Los viejos sentados en las bancas, a la sombra de los nogales centenarios de la plaza principal decían: aquí no pasa nada, y cuando pasa, nada.

Ese día podría ser diferente: un hombre mosca había anunciado que escalaría la fachada del templo parroquial, al finalizar la misa dominical del medio día. Un hombre mosca en el pueblo ¡Qué fantástico!

Era medio día y el sol le impedía ver con facilidad hacia arriba. Apoyó con firmeza los pies en la estrecha saliente que los bordes libres de aquellos ladrillos le ofrecían. Se sostuvo y buscó arriba un sitio para sujetarse y seguir escalando. Ya había ascedido los dos cuerpos del frente y faltaba el último para llegar a la base del campanario; para desde ahí, acometer al ataque final.

Los primeros minutos los habia utilizado con facilidad en ganar altura. Subía mejor al principio porque entonces le obedecía el cuerpo; conforme sumaba fatiga, la voluntad dejaba el paso a la torpeza y cada vez con más frecuencia lo amenazaban calambres que lo podrían detener.

Era preciso seguir subiendo, porque en el atrio la gente no dejaba de mirarlo, con una mezlca a partes iguales de curiosidad y morbo. Antes de iniciar el espectáculo, había pasado la charola; juntó apenas unas monedas que no llenaban un puño. Los pobres del pueblo cooperaron. Quienes mejor vestían, ni el intento de ayudar hicieron, su sola presencia pagaba.

Ahí estaba pues, a media fachada, rumiando ese viejo sentimiento de sentirse humillado; los espectadores no concedían valor a su esfuerzo, dinero casi no le daban, pero si daba pie a que la gente se diviertiera a su costa. Eso dolía más que un calambre a medio ascenso. Solo lo hacía subir su maltrecho orgullo, cada vez más agraviado. Le calaba ser hombre mosca 'hombre-mosca', lejos de ser 'hombre' a secas.

Había ganado unos pasos. Se sostenía de los herrajes de la ventana del coro. Tenía miedo porque al recibir el sol, sudaba y se humedecían las manos que podrían resbalar a la hora de impulsarse. Ahí estaba, espectáculo de domingo en la plaza del pueblo. Más que subir el frente de la iglesia, ellos querían ver su caida libre; no les daría ese gusto. Eso sí, no.

Estiró los brazos en vano; la estrecha hendidura de los ladrillos seguía sin cambiar. Los dedos lo mantenían fijo pero inseguro. No pudo dar un paso más. Ahí acabó su empuje. Empezó a llenar sus pulmones de aire, respirar aire sin limite. Disfrutarlo sin que le costara. No dobló el cuello porque no había espacio para hacerlo; la falta de espacio fisico como quiera lo podía manejar. No podía ceder el espacio del orgullo.

-A veces me ando cayendo y el orgullo me levanta..."-

No podía ver dónde ponía los pies. Se guiaba solo por lo que veía de reojo. Con mucho cuidado bajó hasta el firme... y llegó a la banqueta.

Ofendidos, los presentes le reprocharon su proceder. No había cumplido, a mitad del frontis se regresó. Los que no habían cooperado resultaron los más airados. Agarró el morral de franela donde guardaba la poca morralla que antes le habían dejado.

Respiró hondo, los vió a todos a los ojos y les dijo:

-Poco dinero... poca mosca-.
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Dr. Fernando Ávila Lomelí

sábado, 14 de marzo de 2009

Robinson Crusoe

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Parte 1
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En una gran estaca, todos los días hacía una muesca con mi cuchillo.

La séptima muesca era mayor que las otras, y todos los días que iniciaban un nuevo mes hacía la musca aún mayor. Dividía así el tiempo en días, semanas, meses y años...

Pero ¿Cuánto tiempo iba a permanecer abandonado?

¿Por qué Dios me trataba así?

Abatido, recordaba los sabios consejos que me había prodigado mi padre, nueve años antes...
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-Robinsón, hoy cumples dieciocho años. Un buen día para que te establezcas como abogado, según es nuestro deseo y nos permite nuestra fortuna. Pero desgraciadamente, juraría que tu unico deseo es ir en busca de aventuras, en lejanos países. ¿Me equivoco? ¡Contéstame con franqueza!-

-Padre, es cierto. Me gusta viajar. Es algo natural en mi.-

-Robinsón, tenías dos hermanos mayores. Uno ha muerto en la batalla de Dunkerke, y nada sabemos del otro. Te lo ruego, no vivas como un miserable peregrino, siendo como somos ricos. ¡Dios te castigará y no tendrás a nadie que te consuele! Además piensa en tu madre y en la pena que le produces... -

Pero un año después, mientras paseaba en Hull...

Mi padre tiene, sin duda, las mejores razones del mundo para que yo me establezca en York. Lo sé. Es de necio no aceptar sus consejos. Sin embargo, mi pasión por ver el mundo se hace diía a día , irresistible.

Me encontré con un amigo en el momento que iba a embarcar para londres, en un barco de su padre. No necesité demasiado para dejarme convencer y me fuí con él.

-¡Además el viaje no te costará nada! ¡Anímate hombre!...-

Así fué cómo aquél fatídico 1º de septiembre de 1651, abandoné a mis padres, sin consultarles. Y embarqué para realizar mi primer viaje por mar.

viernes, 13 de marzo de 2009

Plantas Medicinales

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PRESIÓN IRREGULAR


Alpiste
  • Hierva 20 gramos de alpiste en un litro de agua. Deje reposar y cuele la infusión. Tome cuatro tazas al día.

Plantas Medicinales

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IMPOTENCIA

Pie de león
  • Ponga una cucharada de Pie de león en una taza y agregue agua caliente. Deje reposar la infusión y despues bebala. Repita esta operación de tres a cuatro veces al día.

Ursina falsa
  • Corte las hojas de la Ursina falsa y colóquelas en un frasco hasta llenarlo, no muy apretadas. Después de esto, agregue alcohol de caña o aguardiente al 40%. Deje este frasco en reposo por dos semanas. Posteriormente, tome de este preparado 30 gotas dos veces al día junto con el té de Pie de león.

Robinson Crusoe

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Robinson Crusoe
Daniel Defoe


Prólogo
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¿Robinsón? ¡Todo el mundo lo conoce! Incluso aquellos que no han leído la obra de Daniel Defoe. Porque Robinsón es un símbolo. El símbolo de aventura, soledad, y... astucia, cualidad ésta, universasmente apreciada.


"La vida y las extrañas aventuras de Robinsón Crusoe" se publicó en 1719. Este relato imaginario, se inspiraba en la aventura real de un marino escocés, Alejandro Selkirk quien, tras una disputa con su capitán, pidió ser abandonado en la isla de Juan Fernández. Vivió solo 5 años, siendo después repatriado a Inglaterra.


Pero Defoe, un gran viajero y desafortunado hombre de negocios antes de hacerse escritor, tenía de su accidentada vida, en qué inspirarse, y "Robinsón Crusoe" sería así una alegoría de su propia existencia.


Sea como sea, esta novela es ante todo una novela de aventuras: el héroe, poseído por el deseo de ver mundo, esacapa de su casa, cayendo así en la maldición paterna. Arrojado a una isla desierta en la desembocadura del orinoco, tras una tempestad en la que han muerto todos sus compañeros. Afrontará solo y reducido al estado de pura naturaleza, un mundo indiferente y a veces hostil. Durante 28 años, a fuerza de energía, de paciencia y de perseverante ingeniosidad, asegura su supervivencia, redescubriendo los oficios manuales, sencillos y sabios: carpintero, albañil, campesino, pero también cocinero, cestero y alfarero; puesto que, ¿No resulta una cosa admirable y en la que pocas personas reflexionan, la enorme cantidad de objetos necesarios para preparar, producir, arreglar, hacer y disponer de un pedazo de pan?


Sin embargo, pese a la compañía de algunos animales domesticados, la soledad en aquél triste desierto le pesa, hasta que libera de las manos de los antropófagos que llegan casualmente a veces a la isla, al que será en adelante su fiel criado Viernes, y puede escuchar de nuevo el sonido de una voz humana.


Bajo su aparente resignación, Crusoe no deja de acariciar un proyecto: el de su evasión. La conseguirá y volverá de nuevo a Inglaterra. Esto en cuanto a la aventura... Pero el propósito de Defoe no se detenía ahí. Al leer sus largas consideraciones religiosas, morales, incluso económicas, se descubre un tratado que quiere ser ejemplar: vivir segun las prescripciones divinas, contentarse con poco, satisfacerse a si mismo, que lleva el sello del siglo XVIII.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Plantas Medicinales

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COMEZÓN


Epazote
  • Debe colocar un buen manojo de Epazote fresco dentro de un frasco y después, llenarlo con alcohol de caña. Déjelo reposar por al menos un día y aplique sobre la parte afectada.

Plantas Medicinales

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VELLO FACIAL


Celidonia
  • Extraiga el jugo de las flores y tallos de la Celidonia. Frote con éste los brazos, piernas y partes que tengan mayor vellosidad por aproximadamente 10 minutos. Déjelo en la piel y repose hasta por 2 horas. Despues, remueva con jabón neutro. Si siente su piel reseca, puede untar un poco de aceite para bebé o la crema cosmética de su preferencia.

martes, 10 de marzo de 2009

Arena

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Arena

Parte 4

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Siguió estudiando a la esfera. Esta había permanecido inmóvil durante el duelo mental que tan a punto había estado de ganar. Ahora rodó unos cuantos metros hacia un lado, hasta el matorral azul más próximo. Tres tentáculos surgieron de las ranuras y empezaron a explorar el arbusto

- De acuerdo - dijo Carson -, así que es la guerra. - Esbozó una irónica sonrisa -. Si he recibido bien tu contestación, la paz no te atrae. - Y como al fin y al cabo, era muy joven y no pudo resistir el impulso de ser dramático, añadió -: ¡A muerte!

Pero su voz, en aquel silencio total, sonó muy ridícula, incluso para él mismo. Entonces se le ocurrió que aquello era a muerte. No sólo su propia muerte o la del objeto esférico de color rojo con el que ahora identificaba al Intruso, sino la muerte de toda una raza, la de una o la del otro. El fin de la raza humana, si fracasaba.

Pensar esto le hizo sentirse repentinamente muy humilde y muy asustado. Más que pensarlo, saberlo. De algún modo, con una seguridad que incluso estaba por encima de la fe, sabía que la Entidad responsable de aquel duelo había dicho la verdad acerca de sus intenciones y sus poderes. No estaba bromeando.

El futuro de la humanidad dependía de él. Era una idea espantosa, y la alejó de su mente. Tenía que concentrarse en la situación inmediata. Tenía que existir un medio de atravesar la barrera; o matar a través de ella.

¿Mentalmente? Confiaba en que éste no fuera el único sistema, pues era evidente que la esfera tenía unos poderes telepáticos más fuertes que los primitivos y poco desarrollados de la raza humana. ¿O no era así?

Había conseguido borrar de su mente los pensamientos del Intruso. ¿Podría él borrar los suyos? Si su capacidad de proyección era más fuerte, ¿no era posible que su mecanismo receptor fuera más vulnerable?

Lo observó fijamente y trató de concentrar todos sus pensamientos en él.

«Muérete - pensó -. Vas a morir. Vas a morir. Vas a...»

Probó diversas variaciones y escenas mentales. El sudor humedeció su frente y se encontró temblando por la intensidad del esfuerzo. Pero el Intruso prosiguió su investigación del matorral, tan absolutamente impávido como si Carson estuviera recitando la tabla de multiplicar.
Así que aquello no servía.

El calor y su titánico esfuerzo para concentrarse le hicieron sentir muy débil y mareado. Se sentó en la arena azul para descansar un poco y concentrar toda su atención en observar y estudiar a la esfera. Era posible que, por medio de un detenido examen, pudiera juzgar su fuerza y detectar su debilidad, enterarse de cosas que tal vez le resultaran útiles si llegaban a combatir.

Estaba arrancando ramitas. Carson le observó atentamente, procurando descubrir si le costaba mucho hacerlo. Después, pensó, buscaría un arbusto parecido en su propio lado, arrancaría ramitas de igual grosor, y podría comparar la fuerza física de sus propios brazos y manos con aquellos tentáculos.

Las ramitas se quebraban con dificultad; vio que el Intruso tenía que luchar con cada una de ellas. Vio que los tentáculos se bifurcaban en dos dedos en el extremo, dedos rematados por una uña o garra. Estas no parecían especialmente largas ni peligrosas. No más que sus propias uñas, si se las dejaba crecer un poco.

No, en conjunto, no daba la impresión de ser demasiado robusto para vencerlo físicamente. A menos, desde luego, que aquel arbusto estuviera hecho de una materia muy fuerte. Carson miró a su alrededor y, sí, cerca de él había otro arbusto del mismo tipo.

Se acercó y arrancó una rama. Era quebradiza, fácil de romper. Naturalmente, el Intruso podía haber estado simulando deliberadamente, pero él no lo creía así.

Por otra parte, ¿en qué consistía su vulnerabilidad? ¿Cómo podría matarlo, si tenía la ocasión? Volvió a estudiarlo. La piel externa parecía muy resistente. Necesitaría un arma puntiaguda de alguna clase. Cogió otra vez la piedra. Debía medir unos treinta centímetros de longitud, era estrecha, y bastante afilada en un extremo. Si se astillara como el pedernal, podría convertirla en una utilísima navaja.

El Intruso seguía sus investigaciones en el matorral. Volvió a rodar, hasta el más cercano de otro tipo. Una pequeña lagartija azul de muchas patas, como la que Carson había visto en su lado de la barrera, salió rápidamente de debajo del arbusto.

El Intruso disparó uno de sus tentáculos y la atrapó. Apareció otro tentáculo y empezó a arrancar las patas de la lagartija con frialdad y calma, como si estuviera arrancando las ramas del arbusto. La criatura se debatía frenéticamente y emitía un agudo chillido, el primer sonido que Carson había oído allí aparte del de su propia voz.

...continuará

Arena

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Arena

Parte 3
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Mejor dicho, fue detenida. De repente, su parte más cercana se aplanó como si se hubiera adherido a una pared invisible. Rebotó, rebotó hacia atrás. Después volvió a rodar hacia delante, pero más despacio, con más prudencia. Se detuvo nuevamente, en el mismo sitio. Avanzó otra vez, unos cuantos metros hacia un lado.

Allí había un obstáculo de alguna clase. Entonces se hizo la luz en la mente de Carson. Aquel pensamiento introducido en su mente por la entidad que les había llevado allí: «...el accidente del vigor físico no decidirá completamente la cuestión. Hay una barrera.»

Un campo de fuerza, naturalmente. No era el Campo de Netz, conocido por la ciencia de la Tierra, pues aquél brillaba y emitía un sonido crujiente. Este era invisible, silencioso. Se trataba de una pared que iba de una parte a otra del hemisferio invertido; Carson no tuvo que verificarlo por sí mismo. La esfera lo estaba haciendo; rodaba lateralmente a lo largo del obstáculo, buscando una brecha que no existía.

Carson avanzó una docena de pasos, con la mano izquierda extendida ante él, y entonces su mano tropezó con la barrera. Era suave al tacto, blanda, más parecida a una hoja de goma que a un cristal. Estaba tibia, pero no más tibia que la arena extendida bajo sus pies. Y era completamente invisible, incluso de cerca.

Dejó caer la piedra y apoyó las dos manos en ella, empujándola. Dio la impresión de ceder, sólo un poco. Pero no fue más que un poco, a pesar de que después empujó con todas sus fuerzas. Parecía una lámina de goma respaldada por otra de acero. Elasticidad limitada y después firme resistencia.

Se puso de puntillas y estiró los brazos todo lo que pudo, pero la barrera seguía allí. Vio que la esfera volvía, tras haber llegado a un lado de la arena. Carson sintió náuseas otra vez y se apartó de la barrera mientras pasaba. No se detuvo. Pero ¿terminaba el obstáculo al nivel del suelo? Carson se arrodilló y escarbó en la arena. Era suave, ligera, fácil de cavar en ella. A sesenta centímetros de profundidad la barrera seguía allí.

La esfera regresaba nuevamente. Al parecer, no había encontrado una abertura en ninguno de los lados. Tenía que haber algún modo de atravesarla, pensó Carson. Algún modo de entrar mutuamente en contacto; si no, aquel duelo era absurdo.

Pero ahora no había prisa en descubrirlo. Primero tenía que intentar una cosa. La esfera ya había vuelto y se detuvo justo enfrente de él, a sólo dos metros de distancia. Parecía estar observándole, aunque Carson no pudo ver ninguna evidencia externa de órganos sensoriales en la criatura. Nada que pareciera ojos ni orejas, ni siquiera boca. Sin embargo, ahora lo veía, tenía una serie de hendiduras, quizá una docena en total, y vio que surgían repentinamente dos tentáculos de dos de las hendiduras y se hundían en la arena como para probar su consistencia.

Tentáculos de unos dos centímetros de diámetro y quizá treinta centímetros de longitud.
Pero los tentáculos eran retráctiles y se introducían en las hendiduras, de donde no salían más que cuando se utilizaban. Permanecían contraídos cuando la criatura rodaba y no parecían tener nada que ver con su método de locomoción. Este, por lo que Carson podía juzgar, se basaba en cierto cambio - no podía imaginarse exactamente cómo - de su centro de gravedad.

Se estremeció mientras observaba a la criatura. Era extraña, sumamente extraña, horriblemente distinta de todo lo conocido en la Tierra o de cualquiera de las formas de vida encontradas en los otros planetas solares. Instintivamente, de alguna manera, él sabía que su mente era tan extraña como su cuerpo. Pero tenía que intentarlo. Si no poseía ninguna clase de poderes telepáticos, la tentativa estaba condenada al fracaso, pero él opinaba que sí poseía esos poderes. En todo caso, había habido una proyección de algo que no era físico cuando hacía sólo unos minutos, se había dirigido por vez primera hacia él. Una oleada de odio casi tangible.

Si era capaz de proyectar tal cosa, quizá también pudiera leerle el pensamiento, suficientemente para sus fines. Con suma lentitud, Carson cogió la piedra que había sido su única arma, volvió a tirarla con un gesto de renuncia, y alzó las manos vacías; con las palmas hacia arriba, ante sí.
Habló en voz alta; consciente de que aunque las palabras no significaran nada para la criatura que tenía frente a sí, el hecho de pronunciarlas concentraría sus propios pensamientos con mayor fuerza en el mensaje.

- ¿Es que no puede haber paz entre nosotros?
- dijo, oyendo el extraño sonido de su propia voz en el absoluto silencio reinante -.

La Entidad que nos ha traído aquí acaba de explicarnos lo que ocurrirá si nuestras razas combaten: extinción de una y debilitamiento y regresión de la otra. La batalla que ambas librarán, ha dicho la Entidad, depende de lo que nosotros hagamos aquí. ¿Por qué no podemos acordar una paz eterna, tu raza en su galaxia, nosotros en la nuestra?
Carson borró toda idea de su mente para recibir la contestación.

Esta llegó, y le hizo tambalear físicamente. Incluso retrocedió varios pasos a causa del tremendo horror que le produjo la intensidad del odio y la sed de sangre de las imágenes rojas que le fueron arrojadas. No como palabras articuladas, como le habían llegado los pensamientos de la Entidad, sino como una oleada tras otra de cruel emoción.

Durante un momento que le pareció una eternidad tuvo que luchar contra el impacto mental de aquel odio, esforzarse para borrarlo de su mente y desechar los extraños pensamientos a los que había dado entrada al anular los suyos. Volvió a tener náuseas.Su mente se fue despejando lentamente, como la de un hombre que se despierta tras una pesadilla se libra de la aterradora trama con que el sueño estaba tejido. Respiraba entrecortadamente y se sentía más débil, pero podía pensar.


...continuará

Plantas Medicinales

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OBESIDAD


Marrubio blanco
  • En un litro de agua, se pone a hervir 10 gramos de hojas y tallos de marrubio blanco. Se toma antes de cada comida durante 20 días. Con ese té puede controlar la obesidad.

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OJOS CANSADOS


Manzanilla
  • En medio litro de leche hervida, ponga una cucharada de manzanilla. Deje reposar y enfriar. Moje un paño limpio con la leche aún tibia y coloquelo sobre los parpados cerrados.

lunes, 9 de marzo de 2009

Plantas Medicinales

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VÁRICES


Perejíl

  • Licúe el jugo de una naranja junto a dos ramitas de perejíl, déjelo reposar algunos minutos y tómelo antes de dormir. Haga esto por un mes y notará que las molestias irán disminuyendo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Plantas Medicinales

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DOLOR DE ESPALDA



Castañas
  • Quite la cáscara a las castañas, muela el fruto hasta que quede muy fino. Llene una funda de almohadilla con esta sémola de castañas y colóquela sobre la región dolorida. O puede ponerla debajo de la zona dolorida y acostarse sobre ella.


Palo amarillo-Chicapul
  • En medio litro de agua, hierva entre 20 y 30 tallos y raices de Chicapul durante una hora. Beba una taza en ayunas

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ANGINAS


Agrimonia
  • Ponga a hervir un poco de agua. A continuación, tome una cucharadita colmada de Agrimonia y la pone en una taza, agregue el agua y dejela reposar durante 30 segundos. Cuele la infusión, deje enfriar y haga gargaras una vez por la mañana y otra por la noche.

sábado, 7 de marzo de 2009

Cómo curarse con plantas medicinales (declaraciones)

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Las plantas medicinales, han sido usadas desde siempre por nuestros antepasados para tratar diferentes padecimentos. Se ha sabido que ciertas plantas curan ciertas enfermedades. Ese conocimiento se ha ido transmitiendo de generación en generación y aún hoy se siguen usando.

La medicina alópata o moderna, sigue utilizando muchas de estas plantas para tratar ciertas enfermedades. Pero ahora son las escencias y sustancias activas, refinadas, sintetizadas o aisladas las que se usan para ese fin.

Aunque el proceso de curación con plantas medicinales es lento y tiene sus limitaciones debido al organismo que las asimila y la gravedad del padecimiento; así como también el avance médico y la resistencia de ciertas enfermedades a determinada sustancia. No deja de ser parte importante en la cultura de muchos pueblos y parte de su legado a las nuevas generaciones.

Para lo cuál, hago mi contribución en extender este conocimiento para la difusión del mismo y como orientación en el uso de determinadas plantas medicinales o como complemento a las mismas.

Debo hacer ciertas aclaraciones:

  • Este compilado de Plantas Medicinales, sus usos para cierta enfermedad y sus nombres, estan hechos desde México y probablemente no se llamen así en otros paises o regiones del país y/o puede llevar ese mismo nombre otra planta distinta. He incluido un link hacia la descripción de dicha planta para que usted la conozca, simplemente pulse en el nombre de la planta. Tome en cuenta estas recomendaciones. Nada más fácil que preguntar al "hierbero" si dicha planta medicinal sirve para lo aquí expuesto.

  • Este compilado unicamente es con fines informativos y de orientación, y no constituye la verdad absoluta ni tampoco un diagnóstico médico. Solo es una parte del vasto conocimiento que poseemos como pueblo y cultura.

  • Si duda, no olvide consultar a su médico. Solo debe usar alguna planta medicinal si está absolutamente seguro de que puede servir para el padecimiento que usted tiene. Recuerde que lo que a algún conocido le pudo haber funcionado, a usted quizá no.

  • El autor de este compilado no se hace responsable de ninguna forma por el uso que se le dé a la información que aquí aparece.
A continuación, serán colocadas periódicamente nuevas plantas medicinales y su uso para determinado padecimiento. Si hubiera más de una planta que trate ese mismo padecimiento, será incluida en su respectivo apartado dentro de las fichas.

Arena

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Arena
Parte 2
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Oh, sí; Bob Carson lo recordaba.
Nada de esto le explicaba la arena azul y la oscilante luz azulada. Pero aquel estridente sonido de la alarma y su esfuerzo por llegar al cuadro de mandos, su frenética torpeza al atarse al asiento, el punto de la visiplaca que aumentaba de tamaño...

La sequedad de su boca. La horrible certidumbre de que era eso. Por lo menos, para él, a pesar de que las flotas aún estuvieran fuera del radio de acción de sus armas respectivas.

Su primer contacto con la batalla. Al cabo de tres segundos habría alcanzado la victoria o sería un montón de cenizas. Estaría muerto. Tres segundos: eso era lo que duraba una batalla espacial. El tiempo de contar hasta tres, lentamente y después habías vencido o estabas muerto. Un solo disparo bastaba para aniquilar la pequeña nave escasamente armada y blindada que servía para los reconocimientos.

Frenéticamente - mientras, inconscientemente, sus labios resecos articulaban la palabra
-Uno. -
Manipuló los controles para mantener centrado aquel punto cada vez mayor en las líneas entrelazadas de la visiplaca. Mientras hacía esto con las manos, tenía el pie derecho sobre el pedal que dispararía el rayo. El único rayo de infierno concentrado que daría en el blanco... o no. No habría tiempo para un segundo disparo.

- Dos. -
No se dio cuenta de lo que había dicho. El punto centrado en la visiplaca ya no era un punto. A pocos miles de kilómetros de distancia, la ampliación de la placa lo mostraba como si sólo estuviera a unos centenares de metros. Era una brillante y rápida nave de reconocimiento, aproximadamente del mismo tamaño que la suya.
Y también una nave enemiga.

«Brrr...» Apoyó el pie en el pedal que dispararía el rayo...
Y, en aquel momento, el intruso giró súbitamente y desapareció de los hilos del retículo. Carson apretó frenéticamente varias teclas, para seguirlo.

Se mantuvo completamente fuera de la visiplaca durante una décima de segundo y después, cuando la proa de su nave giró tras el enemigo, volvió a verlo, cayendo en picado hacia tierra.
¿Hacia tierra?

Era una ilusión óptica de alguna clase. Tenía que serlo, aquel planeta - o lo que fuera - que ahora llenaba la visiplaca. Fuera lo que fuese, no podía estar allí. Era imposible. No existía ningún planeta más cercano que Neptuno, y éste se encontraba a cuatro mil quinientos millones de kilómetros..., con Plutón orbitando al otro lado del distante Sol.

¡Sus detectores! No habían descubierto ningún objeto de dimensiones planetarias, ni siquiera, un asteroide. Seguían sin hacerlo. De modo que no podía estar allí, aquel objeto sin identificar hacia el cual se dirigía, a unos centenares de kilómetros por debajo de él.

Y, en su repentina ansiedad por evitar la colisión, incluso llegó a olvidarse de la nave enemiga. Accionó los cohetes de freno delanteros y, aunque el súbito cambio de velocidad le lanzó hacia delante y tensó las correas del asiento, preparó lo necesario para un giro de emergencia. Los apretó y siguió apretándolos, pues sabía que necesitaría todo lo que la nave diera de sí para no estrellarse y que un giro tan repentino le haría perder momentáneamente el conocimiento.
No perdió el conocimiento.

Y eso era todo.
Estaba sentado sobre una ardiente arena azul, completamente desnudo pero indemne. Ni rastro de su nave espacial y - en cuanto a eso - ni rastro de espacio. Aquella curva que había sobre su cabeza no era el cielo, y no sabía qué podía ser.

Se levantó con esfuerzo.
Parecía haber algo más de gravedad que en la Tierra. No mucho más.
La arena se extendía hacia el horizonte, se veían unos cuantos escuálidos matorrales aquí y allá. Los matorrales también eran azules, pero su tonalidad variaba, ya que algunos eran más claros que la arena, y otros más oscuros.

Una pequeña criatura salió de debajo del matorral más cercano, algo parecido a una lagartija, aunque con más de cuatro patas. También era azul. De un azul intenso. Le vio y se apresuró a esconderse nuevamente debajo del arbusto.

Carson volvió a alzar la mirada para tratar de descubrir qué era lo que se extendía por encima de su cabeza. No podía decirse que fuera exactamente un techo, pero tenía forma de cúpula. Fluctuaba y resultaba difícil de observar. Pero, evidentemente, describía una curva descendente hasta el suelo, hasta la arena azul, en torno a él.

Estaba casi bajó la cúspide dé la cúpula. Aproximadamente, se hallaba a unos cien metros de la pared más cercana, si es que era una pared. Era como si un hemisferio azul de algo, de unos doscientos metros de diámetro, estuviera invertido sobre la llana extensión de la arena.

Y todo azul, salvo un objeto. Encima de una alejada pared curvada se veía un objeto rojo. Toscamente esférico, parecía medir un metro de diámetro. Demasiado lejos para que lo viera claramente a través de la oscilante luminosidad azul. Pero, inexplicablemente, se estremeció.
Se enjugó el sudor que perlaba su frente, o intentó hacerlo, con la palma de la mano.

¿Acaso era un sueño, una pesadilla?
¿Este calor, esta arena, esa imprecisa sensación de terror que experimentaba cuando miraba hacia aquel objeto rojo?
¿Un sueño? No, uno no se quedaba dormido y soñaba en plena batalla espacial.
¿La muerte? No, ni hablar. Si existiera la inmortalidad, no sería una cosa absurda como ésta, una cosa hecha de calor azul, arena azul y horror rojo.

Entonces oyó la voz...
La oyó en el interior de su cabeza, no con sus oídos. No procedía de ningún sitio y procedía de todos los sitios a la vez.

A través de los espacios y las dimensiones - recitó la voz en su mente -, y en este espacio y este tiempo, encuentro a dos pueblos dispuestos a enfrentarse en una guerra que exterminaría a uno y debilitaría tanto al otro que retrocedería y nunca cumpliría su destino, sino que degeneraría y volvería al polvo de donde salió. Y yo digo que esto no debe ocurrir.

«¿Quién... qué es usted?» Carson no lo dijo en voz alta, pero la pregunta se formó en su cerebro.
«No lo entenderías completamente. Soy... - Hubo una pausa, como si la voz buscara en el cerebro de Carson una palabra que no estaba allí, una palabra que él no conocía -. Soy el final evolutivo de una raza tan antigua que el tiempo no puede expresarse con palabras que tengan un significado en tu mente. Una raza fusionada en una sola entidad, eterna... »

«Una entidad igual a la que podría llegar a ser tu primitiva raza - volvió a producirse la búsqueda de una palabra - dentro de un tiempo. También podría ser el caso de la raza que tú llamas, en tu mente, los Intrusos. De modo que intervengo en la inminente batalla, la batalla entre dos flotas tan igualadas que causaría la destrucción de ambas razas. Una de ellas debe sobrevivir. Una de ellas debe progresar y evolucionar.»

«¿Una? - pensó Carson -. ¿La mía o...?»
«Está en mí poder impedir la guerra, devolver a los Intrusos a su galaxia. Pero ellos regresarían, o tu raza los seguiría, tarde o temprano. Únicamente quedándome en este espacio y este tiempo para intervenir constantemente, podría evitar que se destruyeran una a la otra, y no puedo quedarme.»

«Así que intervendré ahora. Destruiré completamente una flota sin causar daños a la otra. De este modo, sobrevivirá una civilización.»

Una pesadilla. Esto tenía que ser una pesadilla, pensó Carson. Pero sabía que no lo era.
Era demasiado absurdo, demasiado imposible, para que no fuera real. No se atrevió a formular la pregunta: ¿cuál? Pero sus pensamientos lo hicieron por él.

«Sobrevivirá la más fuerte - dijo la voz -. Esto no lo puedo ni lo quiero cambiar. Yo sólo intervengo para convertir la victoria en una victoria absoluta, no - volvió a buscar - no una victoria pírrica para una raza quebrantada.»

«Desde los alrededores del futuro campo de batalla he atraído a dos individuos, a ti y a un Intruso. Por tu mente veo que en vuestra temprana historia de los nacionalismos las batallas entre campeones, para resolver diferencias entre razas, no eran desconocidas.»

«Tú y tu oponente estáis aquí; enfrentados el uno contra el otro, desnudos y desarmados, en condiciones igualmente desconocidas para los dos, igualmente desagradables para los dos. No hay un límite de tiempo porque aquí no existe el tiempo. El superviviente es el campeón de su raza. Esa raza sobrevivirá.»

«Pero...» La protesta de Carson fue demasiado inarticulada para poder expresarla, pero la voz la contestó. «Es justo. Las circunstancias son tales que el accidente del vigor físico no decidirá completamente la cuestión. Hay una barrera. Ya lo entenderás. La capacidad intelectual y el valor serán más importantes que la fuerza. En especial el valor, que es la voluntad de sobrevivir.»

«Pero mientras esto tiene lugar, las flotas se...»
«No; estás en otro espacio, en otro tiempo. Mientras te encuentres aquí, el tiempo se habrá detenido en el universo que conoces. Veo que te preguntas si este lugar es real. Lo es, y no lo es. Tal como yo - para tu limitado entendimiento - soy y no soy real. Mi existencia es mental y no física. Tú me has visto como un planeta; podría haber sido como una mota de polvo o un sol.»
«Pero ahora, para ti, este lugar es real. Lo que aquí sufras será real. Y si mueres aquí, tu muerte será real. Si mueres, tu fracaso significará el fin de tu raza. Ya sabes suficiente.»

Y la voz dejó de oírse.
Volvía a encontrarse solo, pero no solo. Porque cuando Carson alzó la vista, vio que el objeto rojo, la esfera de horror roja, que ahora sabía que era el Intruso, rodaba hacia él. Rodaba.

Daba la impresión de no tener brazos ni piernas que él pudiera ver, ni facciones. Rodaba sobre la arena azul con la fluida rapidez de una gota de mercurio. Y delante de ella, de una manera que no lograba comprender, avanzaba una paralizante oleada de nauseabundo, repugnante y horrible odio.

Carson miró desesperadamente a su alrededor. Una piedra, medio enterrada en la arena a pocos metros de él, era lo más parecido a un arma que se hallaba a su alcance. No era grande, pero tenía afilados bordes, como una lámina de pedernal. La cogió y se agachó para recibir el ataque. Se acercaba con rapidez, con más rapidez de la que él corría.

No tenía tiempo para pensar cómo iba a combatir, ni cómo podía atacar para vencer a una criatura cuya fuerza, cuyas características y cuyo método de lucha no conocía. Rodando a tanta velocidad, parecía más que nunca una esfera perfecta.

A diez metros de distancia. Cinco. Y entonces se detuvo.
...continuará

viernes, 6 de marzo de 2009

Arena

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Arena
Fredric Brown

Parte 1
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Carson abrió los ojos y se encontró con la vista levantada hacia una fluctuante oscuridad azul.

Hacía calor, estaba tendido sobre la arena, y una puntiaguda roca incrustada en la arena se le clavaba en la espalda. Desplazó ligeramente su cuerpo hacia un lado, lejos de la roca, y después se incorporó hasta sentarse.

«Estoy loco» - pensó -
«loco, o muerto, o algo así.»

La arena era azul, de un azul intenso. Y ni en la Tierra ni en ningún otro planeta existía algo parecido a una arena de color azul intenso.

Arena azul bajo una cúpula azul que no era el cielo ni una habitación, sino un espacio limitado. Sabía que era limitado y finito a pesar de no ver su parte superior.

Cogió un puñado de arena y dejó que se deslizara entre sus dedos. Cayó encima de su pierna desnuda. ¿Desnuda?
Estaba completamente desnudo; su cuerpo destilaba sudor a causa del enervante calor, y estaba teñido de azul en los lugares donde la arena le había tocado.

Pero el resto de su cuerpo era blanco.
Pensó: «Entonces, esta arena es realmente azul. Si sólo pareciera azul debido a la luz azul, yo también estaría azul. Pero estoy blanco, de modo que la arena es azul. Arena azul. No hay arena azul. No existe ningún lugar como éste en el que ahora estoy.»

El sudor se le introducía en los ojos.
Hacía calor, más calor que en el infierno. Sólo que, según la creencia general, el infierno - el infierno de los antiguos - era rojo y no azul.

Pero si aquel lugar no era el infierno, ¿qué era? Sólo Mercurio, entre todos los planetas, tenía un clima tan caluroso, y aquello no era Mercurio. Mercurio estaba a unos seis mil millones de kilómetros de...

Entonces se acordó; se acordó de dónde había estado. En el pequeño vehículo de reconocimiento con capacidad para un solo hombre, explorando a un millón y medio de kilómetros escasos de donde estaba la Armada Terrestre, formada en orden de batalla para interceptar a los Intrusos.
Aquel súbito, estridente y desgarrador sonido de la alarma cuando el vehículo de reconocimiento enemigo - la nave intrusa - había entrado en el campo de sus detectores...

Nadie sabía quiénes eran los Intrusos, cómo eran, de qué lejana galaxia procedían, aparte de que estaban en la dirección general de las Pléyades.

Primero, ataques esporádicos a las colonias y avanzadas de la Tierra. Batallas aisladas entre patrullas terrestres y pequeños grupos de naves espaciales intrusas; batallas que a veces se ganaban y otras se perdían, pero que nunca habían dado como resultado la captura de una nave enemiga. Tampoco había sobrevivido ningún miembro de las colonias atacadas para describir a los Intrusos que habían abandonado sus naves, si realmente lo habían hecho.

Al principio no se consideró una amenaza demasiado grave, pues los ataques no fueron muy numerosos ni destructivos. E, individualmente, las naves se revelaron algo inferiores en armamento a los mejores cazas terrestres, aunque un poco superiores en velocidad y maniobrabilidad. En realidad, esta pequeña ventaja proporcionaba a los Intrusos la posibilidad de elegir entre la huída o la lucha, a menos que estuvieran rodeados.

Sin embargo la Tierra se había preparado para lo peor, para una confrontación decisiva, construyendo la flota más poderosa de todos los tiempos. Esta flota había estado aguardando mucho tiempo, pero al fin se vio que la confrontación era inminente.

Las naves de reconocimiento que patrullaban a treinta mil millones de kilómetros habían detectado la aproximación de una poderosa flota - una flota de ataque - que pertenecía a los Intrusos. Esas naves de reconocimiento no volvieron jamás, pero sus mensajes sí. Y ahora la Armada Terrestre, con sus diez mil naves y su medio millón de astronautas, estaba allí, fuera de la órbita de Plutón, esperando para interceptar al enemigo y luchar hasta la muerte.

Y sería una batalla muy igualada, a juzgar por los informes previos que se habían recibido desde la avanzada línea de piquetes, cuyos hombres habían dado la vida para informar - antes de morir - acerca del tamaño y la potencia de la flota enemiga.

Una batalla total, con la supremacía del sistema solar en juego, en la que las fuerzas estaban igualadas. Una última y única oportunidad, pues la Tierra y todas sus colonias estarían a merced de los Intrusos si éstos vencían...

...continuará
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